Miguel Vargas recordaréis entró como nuevo presidente de la CASI a principios de mayo, tras las elecciones en las que derrotó a José Mª Andújar. Desde entonces hasta ahora no ha atendido a ningún medio ni a periodistas, ya que se ha centrado estas primeras semanas en otros menesteres más urgentes de orden interno. Esta entrevista que leéis aquí en mi blog es la primera que ha concedido, así que desde aquí le agradezco el detalle de haberme atendido el primero.
Miguel Vargas es un hombre tranquilo. No se acelera al hablar, lo hace en un tono amable y sobre todo sabe escuchar. Como periodista me gusta charlar con mis entrevistados, no soy un robot que solo hace preguntas, me agrada conversar y comprobar la atención que me presta la otra parte. Las personas que solo hablan de ellas no me gustan, por eso en mis entrevistas yo también comento para comprobar la reacción de la otra persona. Así que puedo decir que este agricultor de los Llanos de La Cañada sabe oír y atender a sus interlocutores. Virtud – creo muy necesaria – para pacificar una cooperativa que ha vivido unos últimos años muy convulsos.
En la hora que paso con él en su despacho no me hace ni una sola crítica de su predecesor, José Mª Andújar, ni siquiera me comenta lo que haya podido encontrarse de la gestión anterior ni de lo dura y complicada que fue la campaña electoral. Ni un solo tema polémico. Un hombre prudente. El tiempo lo dedicamos a hablar de agricultura y de su preocupación por los socios: “Si estoy aquí no es por mí, sino por servir a los demás. Cuando me vaya, quiero haber sido un granito de arena para los agricultores que lo han pasado mal”.
Me explica a continuación que quiere estar muy pendiente de los socios, de lo que pasa en el campo, de lo que necesitan sus agricultores. Entonces me añade que a partir del próximo martes entrará un nuevo gerente, Jesús Torres, venido de Ramafrut (Cervera). Será éste quien se encargue más de los temas de pura gestión empresarial. “Yo no quiero tener plenos poderes, ni que pase todo por mi despacho, cada profesional tiene que ejecutar sus responsabilidades para que todo funcione bien”. Dicho con otras palabras, Vargas estará encima, pero dejará trabajar. La junta rectora que él preside será la que tome las decisiones, el órgano de gobierno.
Acabamos la entrevista y cuando le digo que le voy a hacer unas fotos me dice que él no es hombre de despacho. Por eso nos vamos al almacén, donde está el género, pero antes pasamos por la sala de subastas, donde le tomo la primera fotografía. Y aquí descubro algo más de este señor. Cuando entramos en la sala salta la alarma. Encendemos las luces y a los dos minutos llega un trabajador de la CASI. Miguel Vargas le pide disculpas por haber hecho saltar la alarma y el empleado le dice que no pasa nada. Me quedo atónito ante su humildad. No estoy acostumbrado a ver ese tipo de gestos entre los jefazos de las empresas. Luego entran por otra puerta de la sala varios empleados más y se repite la misma escena. Los trabajadores le sonríen y le hacen un comentario respetuoso. Se nota que hay camaradería. Yo observo en silencio.
Y comprendo ahora cuando al principio de la conversación me dijo que había mejorado mucho el ambiente entre el personal de la CASI en estas semanas. He sido testigo. Le pregunto si se han ido socios tras la marcha de Andújar como presidente y me responde que no. Le repregunto si Andújar continúa y me dice que sí. Creo que ésa es la noticia. Ha habido una transición tranquila sin ninguna estampida de agricultores.
Tras más de un mes como presidente me describe algunas ideas, e insiste en que son solo ideas porque hay que estudiarlas en detalle, “como fomentar la comercialización directamente, que se confeccione más en campo para ahorrar costes”. El centro de los Partidores, donde le hago la entrevista, se dedicará en el futuro en exclusiva a la subasta, el del aeropuerto solo a la comercialización y el de San Isidro podría servir como punto de recogida. Cuando le digo que me explique cómo una cooperativa puede ser al mismo tiempo subasta, es decir, aunar dos modelos contrapuestos como es el de alhóndiga y cooperativa, me lo explica de modo muy gráfico: “Si en plena campaña hay días de más de dos millones de kilos de tomate, y al día siguiente la misma cantidad, no hay infraestructura que soporte eso, salvo la subasta”. Vargas aboga por la convivencia en la CASI de ambos modelos, la comercialización y la subasta.
La cooperativa de San Isidro (CASI) ahora mismo tiene entre 1.800 y 1.900 hectáreas, 1.244 socios, 282 socios colaboradores y 280 terceros.
Posdata: Como habéis visto esto no ha sido una entrevista convencional, al uso, pregunta-respuesta. Ni siquiera he llevado cuestionario. Ha sido una conversación informal para sacar una semblanza del personaje.