De puertas para adentro queda el sufrimiento. La ya de por sí dura vida del agricultor es aún más dura cuando aquello de lo que vive queda tirado por los suelos. Sus manos partidas, llenas de grietas por el esfuerzo diario, se encuentran de pronto – por el efecto de una nube negra – huérfanas de tierra a la que agarrarse. El universo se ha esfumado. Un amasijo de alambres, plásticos rotos y frutos destrozados quedan en silencio ocupando lo que antes tenía vida. Es su herencia marchita. Como su economía.
De puertas para adentro queda el sufrimiento. Cuando el agricultor cierra la puerta de su casa, ahí, en ese momento la cruda realidad se hace presente. Callada y fría. El invernadero se ha venido abajo, justo en el mes de enero, que es cuando la finca de cualquier productor está a pleno rendimiento. Pero esos hierros no han soportado el peso del granizo. Con ellos se ha derrumbado todo.
El sábado por la tarde estuve con un grupo de estos agricultores en San Agustín. Son los mismos que organizaron el invierno pasado la charla sobre el Nueva Delhi, de la que ya hablamos en el blog. Entonces el enemigo venía de ninguna parte y ahora caído del cielo viene sin razón ninguna.
Virus y granizos azotan a los más débiles. Los agricultores están en el primer eslabón de la cadena. Se les aprieta por todas partes. Pero quien aprieta no es consciente de que si caen ellos, todos los eslabones superiores hincarán la rodilla inmediatamente después. Como un dominó.
Los políticos se pelean entre sí, acusándose y señalándose con el dedo. “¡Tú, más!”. Las Administraciones siguen el juego de siempre, las desinformaciones se cruzan en todas direcciones y la burocracia ya va llamando a la puerta.
Los técnicos municipales de El Ejido, con nombre, polígono, parcela y metros reales caídos, habían contabilizado hasta este pasado fin de semana 64 hectáreas desplomadas en Tierras de Almería. Sin embargo, hay otra Administración que se empeña en reducir la ruina a un tercio de lo cuantificado por el ayuntamiento ejidense. ¿Por qué, si el dinero de posibles ayudas viene de Bruselas?
Y subrayo lo de supuestas ayudas porque los agricultores de Santa María del Águila que ya pasaron por esto en noviembre de 2013, y que incluso recibieron la confirmación de resolución, aún están esperando. El precedente no es para ser optimistas.
Rafael, Juan, Paco, Juan Manuel, Francis, Ricardo, Jorge y Juanjo me hablan con templanza. La procesión va por dentro. Hombres curtidos, azotados por los sin sabores de la vida, pero con una entereza digna de elogio. Alguno de ellos me comenta que está planteándose, si se seguir o no en la actividad. “Es un trabajo duro, que te consume, es muy sacrificado y ahora ver esto…”.
Poca confianza tienen en las ayudas. Por no decir ninguna. Este campo ha vivido 50 años huérfano de subvenciones. Y no hay signos de que vaya a cambiar el escenario.
Por eso digo que de puertas para adentro queda el sufrimiento. En pocos días dejará de hablarse de este asunto en los medios. Incluso la mayoría ya han dejado de hacerlo. Y poco a poco esta desgracia que ha afectado a unas 400 familias (no solo a las que se les ha caído el invernadero, sino también hay que contar todas aquellas que han perdido sus cosechas por las inundaciones) irá olvidándose en una sociedad que vive inmersa en la vorágine del instante. El interés es efímero.
Y luego los hombres de negro. Las aseguradoras que ahora sacan la letra pequeña para pagar lo menos posible o para pagar a regañadientes. ¡Benditos hombres de negro, pensarán algunos! Aquellos agricultores que no tenían seguro no tienen ni siquiera este clavo ardiendo al que agarrarse.
Buitres por todos sitios. También me he topado con quienes ya quieren sacar lucro, dejando presupuestos para levantar los nuevos invernaderos. Cuadrillas por doquier. Pero para eso el agricultor tiene que tener algún ahorro y fuerzas suficientes para aguantar la espalda. De lo contrario, ni los buitres podrán manchar el pico.
Además está el guirigay de la burocracia. Fiel a su cita. Históricamente España ha sido un país de burócratas. Desde siempre. Las leyes por delante de los principios morales.
El acta de no inicio. Al agricultor que se le ocurra empezar a construir el invernadero sin que haya recibido el ‘acta de no inicio’ por parte de un técnico de la Administración autonómica, que se olvide de recibir ayudas. Que el productor quiere empezar lo antes posible para intentar llegar a la primavera con un melón o una sandía, que se olvide. Salvo que quiera negociarlo todo con el banco, al margen de las ‘soñadas’ subvenciones.
En la Administración todo va despacio. El mundo real es otro cantar. Y es ese mundo de los que pisan el suelo el que debe de adaptarse a ese otro planeta irreal de funcionarios y estómagos agraciados. El mundo gira al revés.
De puertas para adentro queda el sufrimiento. Una vez más.