Fotos Bernhard Lang. Retratos cenitales del mar de plástico. Una belleza muy singular

Me gusta el plástico, la silueta de los invernaderos, el reflejo del sol sobre sus cubiertas y los destellos que provoca la luz cuando golpea las estructuras de los ‘raspas y amagaos’. Un lector del campo de Níjar compartía conmigo en redes sociales unas fotos del alemán Bernhard Lang. Me resultan fascinantes. Por eso, no comprendo a la gente que dice que los invernaderos son feos. Para mi hay infinita belleza en ellos. Tal vez singular.

Comparto con vosotros este serial de imágenes y también el enlace a su ubicación original. Sobra decir que sin los invernaderos, las verduras serían inaccesibles para una gran mayoría de la población que, sin embargo, no valora esos alimentos porque cree que caen del cielo. Como el maná. Pero no es cierto. Hay un sacrificio sin recompensa en esas pirámides de alambre levantadas en un desierto, que ya solo es vergel bajo el plástico blanco. Sin el fútbol podríamos vivir, pero sin invernaderos de ningún modo.

Posdata: Si pincháis en la página original donde se muestran estas fotografías, hay un pequeño texto donde se dice que ésta antes era una zona boscosa. De algún modo se da a entender que donde están los invernaderos antes había árboles. Una gran mentira. Esto antes era un desierto, está documentado como tal. Hace más de un siglo este paisaje era un erial. Recuerdo hace unos años cuando reservaba parte de la programación de tarde que hacía en Radio Ejido a contar la historia de esta tierra de la mano del historiador local Pedro Ponce. Aquí los únicos árboles que ha habido han sido los troncos de los frondosos pimientos y demás hortícolas que han crecido bajo el abrigo de nuestros invernaderos. Que además luchan contra el cambio climático, como no ocurre en ningún otro lugar del mundo.