Las casas de semillas rara vez muestran los entresijos de su cocina a la prensa. Así que cuando ocurre es de agradecer. La firma catalana Semillas Fitó nos invitaba a final de semana a un grupo de periodistas especializados en el agro a conocer in situ lo que solo ve el personal y los investigadores, esto es, su nuevo centro de I+D situado en Cabrera de Mar y su centro de producción de semillas ubicado en Sant Andreu de Llavaneres, ambos en la comarca barcelonesa del Maresme. También pudimos visitar un día antes la sede central de la compañía, radicada en la propia capital en el barrio de Poblenou, donde también se asienta la fábrica de envasado de semillas.
Comenté con varios de los compañeros la agradable sorpresa que nos supuso que no se nos vetara nada. Pudimos hacer cuantas fotos quisimos de todo aquello que vimos y nos permitieron la entrada a todo aquello que nos despertó interés. Como bloguero, es sin lugar a dudas, lo que más llamó mi atención de una visita que reunió a periodistas de medios radiofónicos, de papel y digitales.
Semillas Fitó nació como empresa familiar en 1880. Xavier Fitó, director de la división de hortícolas y que aparece en varias fotografías (en una de ellas en el vestíbulo explicando sus orígenes), representa a la quinta generación. Hermanos, primos y familiares diversos que proporcionan a la entidad un aire diferenciador.
Xavier nos dio una pequeña charla sobre el negocio mundial de las semillas, un mercado que crece al ritmo de la población planetaria. Por facturación hay varios grupos, siendo Monsanto, Syngenta, Limagrain y Bayer los gigantes. Un segundo grupo en el que aparecen RZ, Sakata, Takii, Enza Zaden y Bejo; y en un tercer escalón estarían firmas como Fitó o Ramiro Arnedo. Las cuatro divisiones de Fitó suman una facturación de 80 millones de euros, un 52% pertenece a la división de hortícolas, es decir, unos 42 millones de euros, de los que entre 10 y 11 millones se facturan en Almería.
Fitó ha dado grandes pasos en el camino hacia la internacionalización. Posee cuatro grandes estaciones de investigación y mejora en Cabrera de Mar (Barcelona), en El Ejido (Almería), en Turquía y en México. Luego tiene subestaciones menores en las que se hacen programas y selección varietal, como son Murcia, Sicilia y Florida.
En fábricas, además de la que visitamos en Sant Andreu de Llavaneres (Barcelona), también cuenta con otros centros de producción en Cañete (Perú) para pepino, Arica (Chile) para tomate y Quillota (Chile) para pimiento.
Y sus ventas están globalizadas en 70 mercados nacionales con más de 400 trabajadores en 15 países. Las exportaciones se han multiplicado en poco más de seis años. Si en 2008 suponían el 32%, el año pasado ya estaban en el 60% y se prevé otro 5% más para 2015.
Ramón Guash, jefe de operaciones, nos mostró la fábrica de envasado, a pocos metros de la Diagonal de Barcelona. Nos abrió las cámaras de germinación, que emulan a un semillero, donde vimos melón, berenjena y pepino tipo Almería; la cámara de conservación de semillas, a 15º de temperatura y un 30% de humedad; y el laboratorio.
Víctor Sancho hizo de guía en el recorrido por la central de producción de Sant Andreu de Llavaneres, en la que es director. Paso a paso secuenciamos el semillero, el invernadero de hibridación (en el que aparece Gibby Sumarch, trabajador de Gambia que lleva casi una década en España), el cabezal de riego, la sala de fertirrigación, la de bombeo, la sala en la que se hace la extracción de la semilla, posteriormente el secado, el venteo (limpieza y quita de impurezas) y el almacén en el que se depositan las semillas, antes de pasar a la fábrica de envasado de Poblenou que he comentado antes.
Pongo algunas fotos del momento de la extracción y de la maquinaria que se usa. Esa mañana tocaba melón amarillo, amontonado en grandes cajones. De esas piezas se saca la semilla que es lavada, secada y almacenada. Vimos semillas tanto de melón como de pepino corto español.
Ahora en septiembre este centro produce tomate y melón, y en otros períodos del año también calabacín, pepino y berenjena.
Finalmente el centro de I+D de Cabrera de Mar. Israel Roca, responsable de ventas y marketing en Europa, nos explicó algunas tendencias actuales del mercado de las semillas, en el que cada vez hay menos actores en la elección varietal. Parte de la distribución, como paradigma estaría Mercadona, se interesa cada vez más por la variedad, algo que no ocurría antes. Y luego está el papel de la dirección técnica de las grandes cooperativas y alhóndigas. Aquí se podrían poner muchísimos ejemplos. Si hablamos de tomate, ¿a qué es importante para una casa de semillas aparecer en el catálogo de recomendaciones que hacen los técnicos de la CASI? Los mismos ejemplos se podrían poner para otras empresas en otros cultivos como pimiento o calabacín. Este tema es bien conocido por los lectores, así que no ahondaré más.
Asunto menos tratado en este blog es el de la reproducción ilegal de plantas en tomate, un mercado alternativo que trae de cabeza a las obtentoras de semillas. De ahí que Fitó lanzase hace un par de años el ‘Fitó vale’ para controlar la trazabilidad de sus semillas. Obtentora, almacén de suministros, semillero más auditorías.
Germán Anastasio nos destripó por dentro el centro de biotecnología de Cabrera. Recorrimos sus diferentes laboratorios, desde el de los marcadores moleculares hasta el de cultivos in vitro. También estuvimos en un invernadero con ensayos de tomate (y algunos líneos de melón entutorado), pero la lluvia cada vez más intensa nos desanimó para adentrarnos en otras fincas. En Fitó un tercio de la plantilla son investigadores y se dedica a I+D casi un cuarto de los ingresos de la compañía.
La mejora es lenta. Unos diez años para que vea la luz una nueva variedad comercial. Los cinco primeros años hasta que se tienen las líneas básicas, y si se va rápido otros tres años más, que pueden ser cinco si se hace con más calma. La mejora genética es además costosa, ya que puede haber programas que se alargan en el tiempo sin tener resultados satisfactorios.
Algún compañero puso el símil de la Fórmula 1, donde las escuderías no pueden dejar de invertir en mejoras, salvo que se arriesguen a que la competencia las sobrepase. Así que me imagino que ese 25% de ingresos que Fitó dedica a la investigación es la base estratégica y de futuro de esta compañía española de semillas.